Allá por el año de 1908 abundaban
en la ciudad de Puebla los llamados Montepíos (casas de empeño). Manejadas por
usureros, entre ellos el señor Villa, conocido como “Horta”. Un hombre calvo,
bajo y rechoncho con mucho vello en el cuerpo y extremidades. Adoraba llevar
las manos repletas de gruesos anillos engarzados de piedras preciosas. Y junto
a su esposa “La gangosa”, se encargaba de un Montepío.
Jamás se le conoció alguna obra
piadosa por lo que frecuentemente se escuchaba a los transeúntes decir: -“¡Qué Dios te
seque la mano!”- al pasar frente a su negocio.
La historia comienza cuando Horta muere y, al parecer, Dios le
secó la mano para darle un castigo aunque sea después de muerto.
La noticia de la Mano Negra y Peluda se publicó en
el periódico poblano “El Duende”, relacionada con la mano de Horta, pues en la
entrevista el sepulturero dijo que la
mano salía del sepulcro luciendo un gran número de anillos lujosos
engarzados con gemas…
Cada noche, siempre a eso de las
11, una mano negra trepaba por los gruesos muros del cementerio de San
Francisco. De forma espectral y siniestra, ascendía cual tarántula, empujada
por un poder maligno. Deseosa de saltar sobre su víctima, trepar hasta su cara
para arrancarle los ojos y
descender al cuello, ahorcando al pobre individuo. Y después volver a descansar
junto a los demás difuntos.
La Mano Peluda siguió viéndose
durante un tiempo hasta que finalmente desapareció.
Hoy en día hay personas que
describen encuentros con estas famosas “Manos Peludas”. Viéndolas atravesar
pastizales, asemejando enormes y deformes arañas, o siendo jalados por una mano negra y velluda que se esconde bajo
la cama. La describen como una entidad poseedora de fuerza sobrehumana,
y más similar a la de un primate, cubierta de grueso pelo negro y perfectamente
cortada en el punto en que empieza la muñeca.
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