jueves, 2 de mayo de 2013

UN NUEVO SANSON EN EL NOR OESTE

No cabe duda que en los dos primeros siglos fue el Nuevo Reino de León tierra de frontera.
El gobernador Luis de Carvajal, en sus frecuentes ausencias de la ciudad de León, actual Cerralvo, dejaba a alguien ejerciendo justicia. Sin embargo, imperaba la ley del más fuerte.
Cuenta Alonso de León en su crónica, que un indio tuvo un enfrentamiento con el capitán Lucas de Linares, y que este mató al indio disponiendo que lo enterraran en el corral de las yeguas.
Pero su orden fue tan mal cumplida, que el cadáver quedó con un pie insepulto. Los demás indios lo descubrieron e inmediatamente convocaron a un alzamiento para vengarse y acabar con los españoles.
Estos no se hubieran dado cuenta, a no ser que un indio leal dió aviso a Martín de Solís, quien descansaba tranquilamente en el torreón.
Tal y como el indio se lo dijo, a mediodía dieron los indios el albazo, “dando alaridos y flechando”.
Los españoles tomaron sus espadas, adargas y alcabuces; protegieron sus cuerpos con sus cotas de malla y, con las mujeres y los niños, se situaron en el torreón iniciando la defensa.
Viendo que los indios se llevaban del corral unas cabras, el capitán Linares inprudentemente salió “con su chimal y su espada en mano” con el intento de rescatarlas. Como era Linares el objeto principal de la venganza, los indios le capturaron y, matándole, le cortaron la lengua. Además le quitaron la espada y poniéndole un lienzo en la punta, la esgrimieron victoriosos como bandera.
No disponían los españoles de caballos, que habían quedado lejos. Sólo había uno, el de Hernando de Arías quien, habilísimo jinete, “saltó en él e hizo bellezas”.
Enfrentándose solo a los indios, logró matar al que empuñaba la espada y a cuantos pudo tener a su alzance, haciéndolos huir hacia el monte.
Al relatar esta hazaña recuerda el cronista que “era de tantas fuerzas este hombre que se echaba al hombro un caballo como quien carga un cabrito”; porque así se lo contaron los pobladores antiguos que le conocieron. Le dijeron, además, que “en otra ocasión, viniendo de la provincia de Coahuila a Saltillo, se le cansó el caballo y él se lo echó al hombro con todo lo que llevaba y anduvo tres leguas con él y lo puso a salvo”.
El cronista ve en Hernando de Arías a un nuevo Sansón, por que “libró a su pueblo matando mil filisteos y después cargo las puertas de la ciudad de Gaza hasta dejarlas en lo alto del monte”.

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