El capitán Gonzálo Fernández de Castro fue uno de los más destacados
pobladores del Nuevo Reino de León, en la primera mitad del siglo XVII.
Tenpia, además de su casa en Monterrey, sus vastas propiedades en la
antigua hacienda de la Pesquería Grande, actual Villa de García.
Refiere el crónista Alonso de León que hallándose el capitán una
mañana en su hacienda, oyó “ruido de voces”, producidas por la gente de
su encomienda que estaba realizando sus tareas en la labor.
Se acercó con rapidez haber qué sucedía y se encontró con que “un
indio capitanejo” torcía la cabeza a una hija suya “de hasta siete
años”.
Reprendió severamente Don Gonzalo al indio y, al preguntarle porqué
intentaba matar a su pequeña hija, le respondió que lo hacía porque
“habia soñado que una gran roca se desprendía de la sierra” y que los
estragos que podía causar esta enorme piedra sólo podrían evitarse
matando a su hija.
El capitán Fernández de Castro tuvo la precaución de retener a su
lado a la niña, a fin de protergerla del supersticioso padre. Para ello,
la llevó consigo a sus familiares, explicándoles lo sucedido y
encargando así a ellos como a su servidumbre que cuidaran de ella.
Don Gonzalo, hombre cristiano y de amplio criterio, quedó sin embargo
más que confundido, cuando “al día siguiente, al amanecer”, todos los
habitantes de la hacienda que se habian levantado ya a sus tareas
cotidianas, escucharon “un gran estruendo”. Era un peñasco gigantesco
que, desprendiéndose desde lo mas alto, rodaba estripitosamente en la
serranía.
El del indio, había resultado ser un sueño profético.
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